Hora de subirse a la micro
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Pablo Correa
Nos hemos (mal) acostumbrado a que cada vez que el ciclo económico se desacelera, proliferan desde todas las aceras agendas “pro crecimiento”, de productividad, innovación, competencia, etc. El ejecutivo, bancadas parlamentarias, asociaciones gremiales, nadie quiere quedarse fuera de estas baterías de propuestas para reactivar la economía. Al leerlas, nos damos cuenta que o bien son una serie de reducciones tributarias sectoriales o bien, declaraciones de buenas intenciones que sin duda hemos leído en más de una ocasión.
Muy pocas veces hemos visto un desarrollo de lineamiento de largo plazo, que trascienda al “bajón” cíclico y que se haga cargo de algo más estructural, que tiene que ver con el nivel de crecimiento potencial de nuestra economía. La agenda del ex ministro Juan Andrés Fontaine apuntaba a reducir costos transaccionales, carga burocrática estatal y mejorar competencia. La agenda del actual Ministro Céspedes, avanza un paso más allá buscando una mayor diversificación de nuestra matriz productiva a través de la colaboración público-privada, junto a un mejor funcionamiento de los mercados.
Lamentablemente, pareciese que si no fuere por algunas pocas audiencias, estos temas siguen sin acaparar el interés público. No llenan seminarios ni son noticia de primera plana. La macro, en cambio, sigue siendo la niña bonita, la noticia más sexy, lo que es curioso en un país donde hace bastante tiempo que no tenemos (afortunadamente) ningún desequilibrio de esta naturaleza y el que, al mismo tiempo, tampoco puede pedir mucho más a su marco de políticas macroeconómicas.
Las tasas de crecimiento entre los años 85 y 97 se explican en gran parte por “ganancias macro”: apertura comercial y la consecuente ganancia de eficiencia y mercados y la reducción de la inflación y credibilidad de la política monetaria, junto con la sostenibilidad fiscal y financiera que redujeron las tasas de interés. Hoy, nuestro crecimiento potencial está más cerca del 4% que del 5% y no hay nada que la macro pueda hacer para cambiarlo. Las recetas –lo sabemos hace mucho tiempo- están en las reformas micro.
Entonces, ¿por qué hemos avanzando en forma tan lenta? Creo que, en gran parte, por falta de una mejor institucionalidad. Cuando pensamos que nuestro ciclo político es de tan solo cuatro años (en el papel, en la práctica es bastante menor que eso), bastante poco se le puede pedir a autoridades que están sujetas a él cuando hablamos de reformas de largo plazo. Al mismo tiempo, los mandatos no están claros ni bien definidos, dependen en gran parte del gobierno de turno, de sus equilibrios políticos internos y del rol que tengan (o peor aún, que no tengan) los ministerios sectoriales.
Para volver a pensar en una senda de crecimiento de mediano plazo de 5%, más allá del período, debemos planificar en forma radical. Igual de radical que fue hace 25 años la creación del Banco Central autónomo con toda la perdida de grados de libertad que implicó para el Ejecutivo o crear algo similar a la Australian Workforce and Productivity Agency, un ente autónomo con un consejo independiente y con un mandato legal de rango constitucional, transversal y claro que promueva las reformas que garanticen el crecimiento de la economía de largo plazo. Entre sus funciones podría tener, por ejemplo detectar las necesidades futuras de capacitación del mercado laboral, determinar cuellos de botella en materia de infraestructura o logística antes que se produzca (ej. energía, agua, etc) o desarrollar nuevos sectores productivos en conjunto con agencias privadas (ej. salmón, TI). Esta agencia podría ir “increscendo” su rol, desde asesor hasta contralor de políticas públicas con respecto a productividad, para colocar dentro de las decisiones públicas el adecuado balance entre –por ejemplo- igualdad y crecimiento.
Si queremos crecer, es imperioso crear nueva institucionalidad pública que nos permita replicar los éxitos de los últimos 30 años. No podemos seguir viviendo de la estabilidad macro, es necesario ser radicales, ambiciosos y avanzar a paso raudo, subiéndonos rápidamente a la micro.